martes, 24 de agosto de 2010

¿Somos libres en la vigilancia?

Denver Colorado. Estoy mejor hoy que hace unos dias. Mañana viajo al lugar de mi residencia,Pittsburgh, y mientras los dias pasan bajo el sopor del verano, he descubierto que disfruto   de la literatura contemporánea norteamericana  por su soltura y cierto desenfado en el acto de contar lo que se ve y lo que se siente. De igual manera en el fondo de mi maleta he descubierto un libro de Cortazar: Octaedro y debo confesar que aún despúes de tantos años me sigue sorprendiendo, quizá, por que no pierde ese encanto de contar y en cierta forma  de jugar con lo intimo, mientras la historia se transforma en un juguete grande, donde los lectores nos reconocemos, o mejor aún, nos identificamos.

 Pero volvamos al asunto: éste lugar que por lo que todo apunta será mi país de residencia por los próximos 5 años. Para ilustrar lo que he sentido tan sólo baste con una anécdota. Hace una semana, creo, a eso de las 10 de la noche frente  a la puerta de la casa de MG. Como ustedes saben, los fumadores somos una especie perseguida con espacios cada vez más reducidos, por lo tanto, nuestros lugares son las terrazas y los escalones frente a cualquier puerta si tenemos fortuna, asi que esa noche desenvolviendome con mi necesidad casi natural saque mis kool y me senté frente a la puerta de la cocina que da a al calle. Habitualmente el vecindario, con sus prados verdes y sus calles solitarias es tranquilo, más no obstante, siempre esta la sesensación de que alguien observa. Esa noche cuando prendí mi cigarrillo, las luces del vecindario se encendieron, el carro que pasaba por la esquina se detuvo y dejó sus  plenas encendidas. Obviamente, la asustada fuí yo. Crucé la puerta casi sin apagar el cigarrillo. Esa misma sensación de vigilancia constante es la misma que se experimenta en cualquier lugar  del país; hasta podría decir que en lugares abiertos como los parques naturales, donde supuestamente el hombre es libre con la vida salvaje. Aqui, hombres y mujeres a luz son políticamente correctos, pues saben  que en cualquier lugar, ya sea la intersección, el baño,  el restaurante o la acera, hay una cámara observando, aunque no sepamos quien detrás del monitor nos mira.

 Quizá en Colombia, el panótico es tan sólo una teoría que borrosamente puede sentirse en algunos aspectos de la vida cotidiana de ciertas ciudades o plenamente en la web. Aqui, es el sistema regulador del día a día. El temor de la vigilancia y al mismo tiempo la sensación de libertad canalizada, es el combustible humano de sociedades como la norteaméricana. Somos, nos gusté o no, lo más correcto que se puede ser, aunque en las calles se puedan ver escenas de violencia fisica contra las mujeres, te griten por que el telefóno al que acaban de marcar  es equivocado - y lo peor el número es el tuyo- o alguien que simplemente no te conoce sea capaz de insultarte por cruzarte en su camino mientras caminas.

Creo que no es accidente que éste país haya producido escritores como Bradbury  en oposición al diario vivir, la literatura sea un espacio de liberación y reflexión constante (claramente no me refiero aquí a la literatura de supermercado ¿no?), aspecto que es dificil de encontrar en la literatura colombiana. Es extraño pensar que el ojo que todo lo ve, el gran Argos de nuestros dias, pueda crear intersticios donde la flexibilidad y el pensamiento como ejercicio de libertad sean posibles.


En mi país de orígen , las cosas son distintas. El Leviathan parece estar ciego y la única regulación posible es el miedo y el caos de lo externo. Sin embargo, muy adentro de nuestra tradición, ese miedo se transforma en grito mudo de impotencia frente a los muy reducidos espacios de  la libre expresión como una forma de construcción de lo social. Pues ¿de que sirve gritar si nadie te escucha?¿Sí decir en muchas ocasiones lo que se es, lo que se ama, lo que se odia o llanamente lo que se piensa, es una manera de auto marginación, aveces empezando por lo económico?.

Muy probablemente, si estuvierá en Bogotá, podría prender mi cigarrillo y nadie me diría de frente nada. Pero les apuesto lo que quieran, que quizá alguien estaría hablando a mis espaldas o estarían haciendo gestos para que lo apague.  

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